
¡Este Día del Padre fue mi cumpleaños!
Y a Sarah, de mi equipo de marketing, se le ocurrió que escribiera sobre eso.Yo le dije: “¡Ah sí, buenísima idea!”.
Abrí mi hoja de Word y… me quedé en blanco.
Después de un rato empecé a escribir sobre lo agradecida que estoy con la vida, lo que significa despertar todos los días, y cosas así muy bonitas… aunque en realidad, todo iba saliendo bastante denso, así que después de un par de párrafos lo dejé.
Hoy, que ya pasó la fecha oficial y que mañana veo a Sarah, volví a abrir mi hoja de Word, borré todo… y aquí ando, muy de espontánea.
Resulta que los 55 me recibieron con la novedad de que necesito lentes para manejar. Nada grave, pero tampoco glamuroso.
Podría hablar de tantas cosas sobre la madurez que trae esta nueva etapa, sobretodo lo aprendido y las experiencias que me acompañaron durante el año… pero esto es lo que ocupa mi mente en este momento.
Salimos a carretera y me di cuenta de que no estaba disfrutando el paisaje. Yo, tan feliz que iba con mis lentes oscuros, terminé cambiándolos por los nuevos lentes progresivos que me hice solo para leer, cocinar y ver las letras de la TV. Pero nunca pensé que ya los iba a necesitar todo el día. Y claro que esto no es una tragedia… bueno, un poco sí.
Nunca queremos hacernos a la idea de las huellas que deja el paso del tiempo, los estragos que hacen las hormonas con nosotras: el insomnio,la falta de energía y muchas otras cosas en las que no hace falta ahondar. Pero entre ellas, la vista.
En realidad, sí nos merecemos muchos chiqueos. Pero ese esotro tema.
Aquí va mi reflexión:
Si nos detenemos a ver el regalo escondido en cada signo de madurez, podremos entender que cuando los ojos ya no nos alcanzan para ver el mundo exterior… es porque quieren que nos detengamos a saborear y entender el mundo interior.
Ahí está la riqueza de la vida, de la madurez, de la edad, y de la sabiduría que solo se alcanza si sabemos observar y detenernos a agradecer cada detalle, cada gesto, cada amistad, cada reunión, cada encuentro.
Y en eso estaré concentrada: en ver con mucha atención lo que significa estar presente en la vida.
Este año lo celebré en el mar, con mi querido esposo y un libro que me está gustando mucho: Los Astronautas, de Laura Ferrero, con el sonido de las olas como telón de fondo. Pero también me cercioré de celebrarlo antes con mi equipo de trabajo, que se lució con el festejo y me hizo sentir muy querida, y con mi familia, escuchando con mis hermanos discos de vinilo de mi papá…
Todavía me esperan varios festejos con mis distintos grupos de amigas, otro gran regalo de la vida.
Esos pequeños rituales que nos recuerdan por qué cada año vivido merece ser honrado.
