Para mí, Oaxaca es color

10/12/2025

Hace unos días tuve la oportunidad de ir a Oaxaca y, una vez más, confirmo que encontrarnos con amigos y compartir la vida con ellos es uno de los mayores lujos que podemos darnos. Las risas, las pláticas profundas y el compartir nuestro trayecto en este mundo no solo nos enriquece, sino que nos nutre y da vida.

El marco de este viaje no pudo ser mejor. Oaxaca es una ciudad que no le teme al color. Todo en ella vibra con textura, sabor, símbolos, cultura, arte y tradición.

Desde su gastronomía hasta el imponente templo de Santo Domingo; desde las ruinas de Monte Albán hasta las fachadas del barrio de Jalatlaco; desde los telares hasta el barro negro; desde los mercados hasta los alebrijes, que parecen siempre estar a punto de cobrar movimiento.

Una fachada roja, luego una amarillo canario, una rosa mexicano, una verde perico, seguida de una azul añil. Las combinaciones más inesperadas y valientes dan vida a las calles de Oaxaca. Y ese mismo impulso vital aparece también en el arte de sus creadores, en la literatura local, en sus rituales como el Día de Muertos o las calendas.

Todo en Oaxaca parece tener una presencia definida, una intención clara. Nada está tratando de pasar desapercibido.

Y en medio del debate actual en el mundo del diseño, entre el blanco elegido por Pantone como color del 2026 y el resurgir del maximalismo, Oaxaca me dejó pensando que quizás no se trata de elegir un solo camino.

Tal vez necesitamos ambos: la pausa y el ruido, el blanco para escuchar y el color para despertar.

Hay espacios y momentos que nos invitan a la calma; otros que nos provocan vitalidad. El verdadero diseño consciente no está en las tendencias, sino en saber leer qué necesita nuestra vida en cada etapa.