
¿Sabes qué me funciona como terapia? Escribir. Así de simple. Siempre pensé que todo el mundo lo hacía, porque para mí es lo más natural cuando necesito soltar algo. Es tan accesible, tan sencillo y, a la vez, tan sanador.
No recuerdo bien cuándo empecé. Supongo que fue en la adolescencia, o quizá un poco después. Lo que sí sé es que escribir se volvió mi manera de desahogarme, como si estuviera hablando con alguien que siempre está disponible para escuchar. Y sí, suena raro decirlo así, pero cuando lo piensas bien, eso es lo que pasa: ordenar tus ideas en papel es como darle voz a una parte de ti que normalmente está en silencio.
Con el tiempo descubrí que la escritura también ha sido una herramienta poderosa para grandes personajes de la historia. No solo como una forma de arte, sino como un ejercicio de introspección. Hoy la practico con más conciencia y trato de hacerlo lo más seguido posible.
Para mí, escribir es como abrir una caja de cosas viejas: cartas, fotos, recuerdos. Sabes que están ahí, pero ya ni te acuerdas de qué guardaste. Hasta que un día te sientas, la abres y empiezas a revisar qué vale la pena conservar, qué cosas te siguen haciendo bien y qué otras ya puedes soltar. Así es escribir: vaciar la cabeza y el corazón.
Lo más curioso es que, muchas veces, mientras escribo, me doy cuenta de cosas que ni sabía que pensaba. Como si las ideas ya estuvieran ahí, solo esperando a que yo las sacara.
Si alguna vez te ha dado la espinita de empezar a escribir, hazlo. No necesitas gran cosa. Yo uso un cuaderno bonito —me gustan los Moleskine medianos, de tapa dura—, pero cualquier libreta sirve. También puedes hacerlo en digital, claro. A veces escribo en mi computadora cuando no tengo el cuaderno a la mano. Pero escribir a mano tiene su magia: activa otras partes del cerebro, nos conecta más con lo que sentimos y, al menos en mi caso, me hace comprometerme más con el ejercicio. Lo disfruto mucho.
Lo importante es que escribas sin filtro. No corrijas, no te juzgues. Solo deja que salga lo que tengas adentro. A veces empiezas con una idea medio vaga y terminas entendiendo cosas que ni habías notado.
No se trata de hacerlo perfecto ni de publicarlo. Se trata de eso que tantas veces dejamos para después: volver a uno mismo.
